Sigo pensando que aún hay una mínima posibilidad, que una batalla perdida es aquella que se abandona. Que soñar es querer y querer es poder.

Objetos

Llegas después de un duro día de estudio. El ánimo, por los suelos. La moral, en el piso de abajo. La ilusión y esperanzas, encerradas en un baúl con siete cadenas. Tienes sueño, quieres apagar las luces y meterte en tu dulce camita. Sin embargo decides entrar en la que lleva siendo tu habitación 13 años. Abres un libro, coges hojas, boli y es la hora de comenzar. 15, 25, quizá 50, sí 50 segundos y reparas en el pequeño objeto que reposa sobre tu escritorio. Tan solo lleva allí un mes y es una de tus posesiones más valiosas. Te acercas, lo coges, observas y se te escapa aquella sonrisa. La alejas, no es momento de esos pensamientos. 

Pasa el tiempo y, casualidad o no, llegada la noche decides dejarlo todo e irte a la cama. Pones música de fondo, nada en especial. Tan solo quieres despejar la mente. De repente lo recuerdas, el objeto está encima de la mesa. Lo coges y lo colocas con mimo en su lugar, en el único lugar que estará seguro. Vuelves a la cama.

Los pensamientos comienzan a llegar, uno tras otro. Comienzas a pensar en el momento en el que ese valioso objeto llegó a tus manos, en el quien y en el por qué, e intentas convencerte de las miles de razones por las que está ahí, obviamente obviando, y perdonad por la repetición, la obvia razón. Es increíble, irónico e increíble, que los recuerdos puedan materializarse, puedan ser transferidos a un simple objeto que por una simple manipulación se convierte en algo preciado. 

Una vuelta, dos. Sí, sí, intenta seguir dando vueltas, no sirve para nada. Puedes huir de lo que quieras salvo de ti mismo. Y de repente esa canción. Todos sabéis de qué habló. Se trata de esas letras que piensas "Han sido escritas para mí". Y es en ese momento en el que estás perdido. Decides levantarte de la cama, mandarlo todo a ... y tomar el objeto. Quieres creer, el ser humano DEBE creer. Decides secarte las pequeñas lágrimas, mirar hacia delante y dejar esa triste canción atrás. De repente, ves todo de un modo diferente y realmente quieres creer que es así. Y te convences. Te mientes. 

Lamentablemente, el sol sale al día siguiente. Te levantas con esa preciosa sonrisa de marioneta. Te vistes de felicidad y sales a la calle. Pones de nuevo esa misma canción y miras hacia tu futuro, inseguro, sí, pero con una sonrisa. El mundo parece que no ha cambiado, y es así, pero tú lo ves diferente. Quieres verlo diferente. Pero sabes que en cuanto veas pasar al autor de aquel bello objeto todo volverá a su ser. Sí, señores, lo saben. Una, dos, tres personas se percatarán de tu sutil cambio. Ante ellos actuaras, o mejor dicho, serás quien te has propuesto ser. Pero si el papel más difícil de interpretar es el de uno mismo, el papel de un yo reflejado es lo peor. Aunque lo intentes, te derrumbarás y volverás a caer. Hasta cuando, donde está el límite, te preguntarás. Eso es un problema de Cálculo, lo siento señores, la suspendí. Si alguien tiene la respuesta, por favor, no se corten. 

PD: Me da igual, llamemos objeto a un simple papel, una carta, un dibujo o a un recuerdo. El resultado es el mismo. Intenten mentirse, convencerse de algo para que al hablar suene real. Intenten parecer lo que no son, sonreir y llorar por dentro. Intenten hacer oídos sordos, cerrar los ojos y cantar esa canción. Porque al fin y al cabo, es lo único que les queda. Actuar.

Al menos, es mi caso.


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